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La verdad es que no tenía ganas de escribir de nuevo sobre el tema, porque la pedorra hipocresía y el mezquino egoísmo bajo los que vivimos estas fiestas siguen gozando de buena salud al amparo de una cultura individualista que nos es impuesta sin demasiada oposición visible.
Y este es un gravísimo problema cultural que por comodidades propias sostenemos aunque sin prisa ni pausa vaya carcomiéndonos hasta lo más íntimo. Y quizás el ejemplo más claro de esto se ese gordito pederasta y el sequito de mercachifles que lo promueven.
Esto quiere decir, que cada quien elige un mito o leyenda en el cual sostener la sidra y el pan dulce, porque parece que hoy nadie se reuniría solo por la presencia de los demás.
Porque preferimos enseñarles a los chicos que hay un gordito bonachón que durante todo el año arma juguetes en su cabaña del polo norte con la ayuda de un ejército de duendes para después en una sola noche y desde un trineo volador impulsado por ocho renos el buen hombre los reparta a los niños que a su criterio se hayan portado bien.
Obviando el absurdo y todos los chistes fáciles acerca del convenio laboral de los enanos o el evidente dopaje de esos animales explotados, lo que le estamos diciendo a los que todavía tienen el don de la inocencia es algo así como: “si te portas bien todo el año una entidad mágica va a premiarte y como es re importante toda la familia se junta a esperar los regalos”.
Y en ese momento ponemos la piedra fundacional de un nuevo infeliz en el mundo, obra que se continúa, cuando esta mentira se cae y el pibe se entera que sólo reciben regalos los niños cuyos padres pueden pagarlos.
¿O sólo a mi paranoia se le ocurre que cuando todas las multinacionales del mundo sostienen el mismo mito es momento de sospechar? ¿Sabían que la NASA todos los años transmite en cadena nacional para EEUU el seguimiento satelital de Chanta Claus?
La historia original de esta fiesta era la de Dios haciéndose hombre para redimir a la humanidad. Eligiendo para ello nacer de una virgen en la ultima barriada del rincón más miserable del imperio y rodeado por los más pobres. Para quién no es creyente esta historia es tan absurda como la del gordo que te mide la moral en regalos. Para los que creemos es historia viva de salvación y razón de toda esperanza.
Pero al margen de esa diferencia el hecho es que podríamos elegir contarles a nuestros hijos una historia que tiene que ver con la esperanza naciendo de los más humildes y el valor de la unión familiar y el amor por los otros.
O enterarlos de que el gordito en realidad está inspirado en “San Nicolás” un obispo de la edad media que se pasó la vida ayudando a los niños pobres de su ciudad.
¿Dónde ven ustedes más humanidad? ¿En el trineo volador impulsado por renos pasados de efedrina? ¿O en un niño naciendo como tantos otros de hoy en la más absoluta de las miserias?
Me cansé de ver diferentes versiones del gordito, bajo el agua, en bicicleta, en Asia, con el ejército yanki en Irak… ¿alguien lo vió con los pobres?
Y los que creemos, ¿Qué hicimos todo este tiempo? ¿Cuántos de los que nos decimos cristianos bendecimos la mesa o le damos gracia a Dios por poder reunir nuestra familia?
No se trata de ir por el mundo pinchando ilusiones, sino de resignificar nuestra propia vida
desde lo más cotidiano, para poder ser verdaderamente libres.
Que el niño que nace hoy en nuestros corazones nos dé
Feliz Navidad